Miembro tardío de la Generación del 98. Su obra aúna elementos del Modernismo, cultiva el Simbolismo y comparte con sus coetáneos esa visión evocadora de la España negra de principios del siglo XX aunque siempre desde una perspectiva regeneracionista y esperanzadora. La decadencia de una tierra instalada en la miseria y el inmovilismo contemplada a través de la mirada patriótica y lúcida de un humanista convencido.
Intelectual, combativo e idealista, Ridruejo es el perfecto ejemplo de la imposible afinidad entre rebeldía y poder. Exaltado falangista en su juventud, comprendió pronto que el idealismo de uno u otro color acaba siempre prostituido y maniatado por el poder establecido. Huyó de una España en la que ya no creía y acabó de nuevo alineado contra su régimen, esta vez junto a los demócratas. ¿De qué lado combatiría un Ridruejo en nuestros días? Solo las letras se mantienen fieles a la naturaleza del Hombre.
Death in June, alusión explícita a uno de los episodios más oscuros del Tercer Reich, La Noche de los Cuchillos Largos (Der Nacht der langen Messer). El descabezamiento de los Sturmabteilung, la facción más rebelde y combativa del aparato nacionalsocialista que, desde el ascenso de Hitler al poder en 1933 se había convertido en una incómoda piedra en el zapato para los megalómanos esquizoides que habían tomado el timón de una Alemania deprimida. Un hecho histórico que por sus particularidades ha fascinado a tantos y cuya atmósfera Luchino Visconti ilustra de un modo muy personal en “La Caída de los Dioses”. Con toda esta compleja carga histórica queda en evidencia que detrás este incómodo telón habitaba un proyecto de mentes inquietas y arriesgadas.
Nacidos bajo el signo del afterpunk anglosajón, Death in June dejaron de transitar pronto por esa senda. A modo de presagio fueron distanciándose de una escena cada vez más predecible y lineal, conscientes de que más allá de Joy Division y sus coetáneos no lograrían satisfacer sus inquietudes artísticas. Una de las incontestables virtudes de la banda de Douglas Pearce residía en su inconformismo y es que desde sus inicios trataron de pulir un lenguaje propio y diferencial. Lejos ya de sus comienzos con el punk trostkista de Crisis, sentaron las bases de todo un estilo con la combinación de guitarras acústicas y ritmos marciales sobre un colchón de sintetizadores, muy presentes en sus primeros trabajos. El resultado fue madurando hasta concebir lo que hoy en día viene a denominarse Dark Folk o Neofolk. Una etiqueta de inspiración poética y romántica, aunque demasiado devaluada en los últimos años por saturación, falta de creatividad y desafortunados coqueteos mal entendidos.
Crisis: Abrazando el extremismo político en plena eclosión del punk '77
Este proceso de maduración arranca con su primer LP ‘Nada!’. Una declaración de intenciones que resultaba ser la pista de despegue para una de las líneas más influyentes en la génesis de la escena oscura. Las directrices marcadas por Douglas Pearce y quienes aún entonces le acompañaban –Tony Wakeford y Patrick Leagas- nada tienen que envidiar a la de otras formaciones pioneras mucho más respetadas.
La génesis de DiJ, tres mentes en discordia
Sus siguientes trabajos irían acentuando el componente acústico, no en vano Douglas navega en solitario desde 1985, dotando al proyecto de una personalidad cada vez más definida y dinámica. Sus antiguos compañeros decidieron abrir su propia senda, labrando por separado nuevos terrenos que enriquecían y fueron dinamizando ese nuevo sonido.
Douglas mantuvo siempre su independencia creativa pero nunca caminó solo. Sus progresivos compañeros de viaje aportaban matices enriquecedores al proyecto. El sonido acústico iba desnudándose pero siempre admitiendo giros experimentales, samplers, bases turbadoras y unas letras llenas de insinuaciones y dobleces. Los más estrechos lazos con la experimentación y la electrónica coinciden con sus colaboraciones con David Tibet (Current 93), Boyd Rice (NON), John Murphy (SPK) o Albin Julius (Der Blutharsch) desde finales de los 80, evidentes en algunos tramos de 'Wall of Sacrifice' o el posterior 'Take Care and Control'. En contraposición los rincones más melancólicos y cadenciosos de su discografía se desprenden de pequeñas joyas como 'Rose Clouds of Holocaust' o 'But, What Ends When the Symbols Shatter?' donde comparte créditos con otros destacados exponentes del género como Andreas Ritter (Forseti) o Michael Cashmore (Nature and Organisation). Mención aparte merece sin duda la imprescindible presencia vocal de Rose McDowall, quien emprendió un improbable viaje desde el mainstream de la new wave de Strawberry Switchblade hacia la escena folk y experimental más poliédrica con innumerables colaboraciones y proyectos en las últimas dos décadas.
Douglas, rodeado de su peculiar 'familia' artística (Tibet, McDowall, Cashmore y compañía)
Tal y como ya se ha anticipado unas líneas atrás, uno de los rasgos más notorios de Death in June con el paso de los años es su rol de banda “centrífuga”. Una formación de la cual muchos parten para encaminarse a extremos opuestos, que actúa como germen o resorte para muchas otras que optan por una de las diversas vertientes musicales que nacen del embrión musical de Douglas Pearce. Sixth Comm / Mother Destruction –ambos secundados por Patrick Leagas- potencian la base ritual y pagana de Death in June, Sol Invictus –el ya veterano proyecto de Tony Wakeford- ahondan en el folk más acústico y etéreo, Les Joyeaux de la Princesse o Der Blutharsch abordan sin complejos oscuros pasajes bélicos y apocalípticos. Tras estos proyectos –y otros tantos que quedan en el tintero- es innegable y notoria la huella del clan Death in June que además rompen, con esos continuos trasvases, cambios de formación y cesiones de músicos a otros proyectos, con la tradicional unidad de lo que es una banda clásica. Se convierten en un verdadero organismo vivo, un atractivo y novedoso modo de entender la labor y creación artística de una formación musical moderna.
Máscaras, el excéntrico rasgo identitario de DiJ
Enumerando todos estos rasgos queda libre de sospecha la premeditada intención de hacer de Death in June una banda de culto. La confirmación que se intuye con esa evolución dinámica y hasta cierto punto confusa, llega al intentar explorar su extensa discografía. Una labor verdaderamente compleja y peligrosa. Y no solo por lo prolífica que ha sido durante algunos tramos de su trayectoria, sino por la infinidad de colaboraciones, ediciones limitadas, reediciones y nuevas versiones de sus trabajos y canciones. Por no hablar de las decenas de proyectos paralelos, ‘hermanados’ e incluso clónicos que en ocasiones impiden discernir en qué lugar del camino queda la intervención de Pearce y donde la individualidad de cada formación. A medio camino entre el fetichismo y la melomanía de un ferviente fan y las más o menos perversas intenciones de creadores y distribuidores de tan preciado material.
Pero cuando uno habla de Death in June conviene esclarecer un último y escabroso asunto. El cerco equívoco del grupo no termina en su denominación. Sus discos contienen iconografía que fuera de contexto es ciertamente incisiva. Y no precisamente sospechosa resulta su querencia por la magia rúnica y la mitología nórdica, sino el empleo sistemático de la imaginería del Reichswehr –el ejército alemán de entreguerras- en sus libretos, la continua presencia de un Totenkopf similar al empleado por las SS, así como referencias a oscuros personajes como Klaus Barbie (‘C’est un rève’). Sin embargo hace años que Douglas Pearce niega sistemáticamente que esta imagen tan agresiva y sospechosa refleje su adhesión al ideario nazi, supone más bien –siempre según sus propias palabras- un elemento de reflexión sobre la fascinación que en nosotros ejercen los símbolos de la muerte y del mal, de la decadencia y penumbra de Europa en su fase más siniestra.
Pearce, flanqueado por sus camaradas Moynihan (Blood Axis) y Boyd Rice
Asumiendo toda clase de confusas justificaciones, conviene recordar otros aspectos que dan forma al incómodo universo Death in June. Douglas Pearce es abiertamente homosexual, así como algunos que sus más ilustres colaboradores y referentes culturales (Jean Genet, Yukio Mishima). Su legión de seguidores no entiende de etnias ni ideologías. No en vano, una de sus últimas actuaciones tuvo lugar en Tel Aviv ante un extenso auditorio de cientos de personas. Un concierto memorable fruto de su ya prolongada colaboración con diversas formaciones israelíes, donde ha ido emergiendo una prometedora escena. Aunque como muestra de la inquietante y turbadora actitud de Douglas, igualmente recordada aunque por razones bien distintas fue su controvertida presencia en Zagreb durante 1992 en pleno conflicto de los Balcanes.
La catarata de aclaraciones y desmentidos son habituales allá donde transcurre la actividad del grupo. Y es que en este terreno, la ambiguedad es un riesgo. Pero Death in June es un grupo de riesgo, y merece la pena acercarse con sigilo a ese mensaje a veces nebuloso, acercarse a una música, a un universo único y estremecedor. El arte y su aprecio requieren no pocas veces arriesgar el alma. Llegados a este punto es innegable que Death in June juega ocasionalmente con un arma de doble filo. De la libertad de conciencia, de la libertad creativa de cada cual se desprende la posibilidad de cortarse al contemplar y sentir su obra.
Como cierre del artículo conviene rememorar las escasas y desafortunadas visitas de Douglas a España. En 1999 la desaparecida Asociación Cultural Los Cantos de Maldoror –organizadores del recordado Arcana Europa- consiguió cerrar por primera vez dos fechas en Madrid y Barcelona. El concierto de Madrid fue suspendido por un aviso de bomba, mientras que en Barcelona pudo finalmente celebrarse tras un cambio de sala de última hora obligado tras la presión de grupos presuntamente antifascistas. Dos años después Death in June repitió en la ciudad condal, esta vez sin demasiados problemas. Sin embargo, una nueva visita a estas tierras se antoja bastante complicada, especialmente desde que en 2005 Douglas anunciara su retirada, parece que definitiva, de los escenarios.